10 de octubre de 2022
Por Martín Vizzotti
agh burzum-ishi krimpatul
y a la Oscuridad encadenarlos.
Toda obra maestra, toda obra de arte, independientemente de su profundidad estética, es una construcción estanca respecto de los vicios y/o virtudes de su autor y es ajena a cualquier despiste ideológico.
De esta manera, podemos disfrutar de Una Temporada en el Infierno pese a los turbios tráficos de Rimbaud, podemos recorrer La Tierra Baldía leyendo Cuatro Cuartetos incluso a pesar de las atroces actitudes de Eliot para con sus mujeres. Podemos, también (horribile auditu), someternos a la inefable obra de Arjona haciendo oídos sordos a su ideología y sus dichos anacrónicos.
Varg Virkenes, uno de los pocos hombres que logró que las iglesias iluminen, nunca plasmó -a diferencia de Arjona- su ideología en su obra musical. Al contrario, un amor fati Nietzscheano permea sus creaciones y sus letras, transidas, en general, por una sentida estética decimonónica (quizás aquí sí se vislumbran las raíces epistemológicas). Basta decir que nada en sus letras boga por la intolerancia o la xenofobia.
Hecho el disclaimer, podemos ahora concentrarnos en la obra de arte, que nos recibe con Fattigmann (El pobre), una obra de Theodor Kittelson, pintor noruego de la escuela Neo-Romántica, cuya elección preanuncia el tono y el estilo del disco: la muerte, la disolución, el caos y una oscuridad primigenia permean el disco ya desde su arte gráfico. El cuerpo disecado de un hombre o una mujer tirado en un bosque oscuro, descompuesto, mientras los cuervos revolotean a su alrededor. Esta desdichada persona no pudo, a diferencia de Dante o Juan de la Cruz, atravesar el bosque y la noche más oscura y yace al costado del camino que el observador está transitando. A diferencia de estos autores, por supuesto, Varg propone desviarse de la recta y opresiva vía de di-s y recorrer caminos oscuros y primordiales, que quizás alguna vez fueron, pero hoy ya no son.
En poco menos de dos años, y con menos de 19 años, (desde mediados del 91 hasta principios del 93) Varg compuso una obra fundamental, que no solo definiría el primer Black Metal, sino que sentaría las bases para muchos otros estilos muy dispares, como el ambient y el dark-ambient, influencia que se ve más claramente en el álbum Filosofem, pero que está, seminal, desde el primer disco. Vikernes fue un innovador dentro de una escena esencialmente innovadora, resulta un artista impar incluso dentro de esta peculiar (para bien y para mal) escena nórdica. Sus preocupaciones, filosóficas, históricas y literarias/nerds, ofrecen una amalgama peculiar de cierta inocencia romántica, una praxis verdaderamente radical y una estética, como ya dijimos, anclada en el siglo XIX y su particular visión de la tradición y la existencia. El caos, la estética y la ejecución de su Weltanschauung conjugan tradición, historia y mitología nórdica con los legendarium de J. R. R. Tolkien y H. P. Lovecraft y juegos de rol como Dungeons & Dragons y Call of Cthulhu. Basta ver el homenaje al fundacional “Templo de la Maldad Elemental” (Gary Gygax & Frank Mentzer) que Varg hace en la portada de su primer álbum, o el uso, al estilo de Pierre Menard, del poema When noghts falls, de la Campaña de Ravenloft en el tema Dunkelheit, del álbum Filosofem, con el genial giro del verso final.[1]
Det som engang var (Lo que alguna vez fue).
El disco empieza con un riff simple y efectivo, y el sonido low-fi agrega, curiosamente matices a su crudeza. Es sabido que Varg buscó intencionalmente las peores condiciones de grabación como forma de afirmación artística frente a las corrientes súper técnicas y de sonido depurado imperantes de la época: baterías prestadas, parlantes de estéreos desvencijados y el micrófono de unos auriculares de aviación fueron los instrumentos que grabaron este magnum opus. Pese, o gracias, a esto, el sonido trasmite una atmósfera de angustia y un sentimiento de desolación muy profundos que, con algunas leves pero efectivas alteraciones, se extiende a lo largo de 14 minutos.
Luego de dos minutos de un teclado etéreo y lúgubre entra la batería (Varg nunca será un gran baterista, pero sí sabe encontrar el pulso de las canciones) y el riff principal, simple, preciso e iterativo, genera una tensión apoyado por el grito indómito y primigenio. Nuevamente, Vikernes se destaca por su capacidad expresiva más que por las depuradas técnicas guturales y nasales que comenzaban a poblar la escena del género. La letra plasma la busca y la añoranza por un illo tempore mítico cuyos ecos últimos sólo pueden adivinarse en la espesura del bosque:
Imellom buskene vi stirret på de/ som minnet om andre tider/ og fortalte at håpet var borte
for alltid.../ Vi hørte alvesang og vann som/ sildret.[2]
Entre los arbustos contemplamos, a lo que nos recuerda otros Tiempos/ y nos dice que la esperanza se ha ido/ para siempre…/ Escuchamos la canción de los elfos y el agua que corre.
La belleza de lo antiguo y numinoso se insinúa en la repetición del riff y las capas de teclado y batería que logran dar a este paisaje atroz una belleza y una delicadeza sorprendentes sin perder, eso sí, ominosidad. Esta ontología de la oscuridad evoca ciertas sensaciones baudelerianas de maravilla ante la belleza de lo tenebroso, que se contrapone como alternativa válida, pese a su horror casi tangible, a la condición existencial de los tiempos modernos, carentes (para Varg) de Ser y de dignidad:
Det som en gang var er nu borte/ […]/ Vi døde ikke.../ vi har aldri levd
Lo que alguna vez fue. ya no es/ […]/ No estamos muertos…/ Nunca hemos vivido.
Hvis Lyset Tar Oss (Si la luz nos lleva).
La inversión axiológica y la búsqueda de la belleza en las sombras, lejos de la luz, se pueden apreciar en la segunda canción de este disco, donde un ser de la noche es torturado hasta morir en el claro de un bosque, expuesto a la luz del señor que todo lo quema y lo deforma. Los matices expresionistas de la voz de Varg adquieren aquí preponderancia por sobre el riff, que acompaña muy bien aportando tensión y furia. El desprecio por lo establecido y luminoso se despliega en los atroces gritos y el timbre desesperado de quien fue condenado a morir bajo la luz:
En åpning i skogen/ hvor solen skinner/ Hindret av trærne fanges vi/ i denne guds åpning
Det brenner det svir/ nar lyset slikker vårt kjøtt/ opp mot skyene en røyk/ en sky av våres form
Fanget av begravelsen/ pinse vi av guds godhet/ ingen flammer intet hat/ de hadde rett vi kom til helvete
Un claro en el bosque/ donde brilla el sol/ entre los árboles estamos atados/ en este claro de dios/
Quema, abrasa/ cuando la luz lame nuestra carne/ asciende como humo al cielo/ una nube de nuestra forma
prisioneros de este entierro/ torturados por a la bondad de dios/ no hay llama, no hay odio/ Tenían razón, hemos llegado al infierno.
Quizás otro de los aportes más originales de Burzum al género sea precisamente ese distanciamiento de la parafernalia satánica y los estertores nocturnos más habituales de la época para concretarse en un expresionismo del horror y en un amor fati trascendente y en una sentida estética decimonónica, tal como puede apreciarse en la segunda mitad del disco.
Inn I Slottet Far Droemmen (En el Castillo del sueño)
El castillo del sueño podría ser tranquilamente el destino aquel viajero que se detuvo unos instantes a contemplar el mar de Niebla y meditar la condición humana. En este caso, Varg despliega una figura literaria que recorre toda su obra pre-encierro: la del jinete oscuro y solitario, que aparece en las tres canciones de sus primeros discos: Ham Som Reiste (El jinete), Inn I Slottet Far Droemmen (En el castillo del sueño) y Erblicket die Töchter des Firmaments (Contemplando a la hija del firmamento).
Excepto en el tema instrumental, el jinete encarna el viaje solitario y final hacia la muerte y la disolución, rechazando los caminos abiertos y luminosos, a través de estos bosques oscuros en busca de un tiempo que quizás nunca existió, pero que alguna vez fue, seducido por el llamado de dioses olvidados que se niegan a morir.
La guitarra y la batería inician el tema con un riff furioso y, nuevamente, simple, repetitivo y efectivo, al que se suma el grito ancestral de esta figura legendaria que cabalga hacia los bordes mismos de la existencia:
Gjennom tåkete daler/ mellom dystre fjell/ under grå skyer/ mitt i svarte natt
på en stolt hest/ iført svarte klær/ sterke våpen i hand
[…]
Ut fra taken/ ut fra mørke/ ut fra fjellets store skygge/ drømmens slott...
da stopper rittet/ som varte i en livstid/ for herren går (Inn i slottet fra drømmen)
Entre los valles de niebla/ entre sombrías montañas/ bajo nubes grises/ en la noche oscura
en un noble caballo/ con negras ropas/ empuñando fuertes armas
[…]
Desde la niebla/ desde la oscuridad/ desde las sombras poderosas de la montaña…
El Castillo del Sueño
Así culmina este viaje/ que duró toda una vida/ y así entra el Señor (al Castillo del Sueño)
Este despliegue de furia y dolor existencial, esta travesía del héroe pagano que se desvía del sendero de la civilización, lo lleva al último tema y a su destino existencial último. Tras ingresar victorioso en el castillo del sueño, el destino es, no casualmente, Tomhet (La nada/ el vacío). Una pieza dark-ambient que destila una atmósfera etérea y vacua que cierra, a manera de ciaroscuro, el disco, balanceando la furia y el caos de sus predecesores. Varg ha declarado que su obra fue concebida como cierto hechizo que, celebrado al atardecer, abriera un pasaje mental en el oyente a un mundo fantástico basado en el pasado pagano de Europa, donde cada tema forma parte del encantamiento y su orden es una manera de invocarlos y potenciarlos. El equilibrio en las duraciones y en las intensidades de cada obra así lo confirman.
En definitiva, una obra fundacional, donde el genio de Vikernes logra desplegarse de manera más orgánica y organizada que en sus dos primeras entregas y que pone en valor las profundidades y las sutilezas estéticas del Black Metal temprano y abre caminos hacia novedosas, y quizás más maduras, expresiones artísticas.
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[1] La versión de la Caja de Ravenloft dice: “When night falls, she cloaks the world in impenetrable darkness. A chill rises from the soil and contaminates in the air. Suddenly, “breathtaking” beauty has new meaning”. El verso final de la versión del album Filosofem “reza”: “Suddenly...life has new meaning.”
[2] Los comentarios sobre las líricas se basan en traducciones al inglés y al alemán accesibles en la red y una respetuosa verificación usando un diccionario noruego-inglés.
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