Por Mario Arteca
29 de noviembre de 2020
Es muy difícil definir qué es un capital simbólico para una sociedad, o un país, ¿no? Sobre todo, cuando alguien que ya ocupaba ese lugar, finalmente deja la plaza vacante para que otra persona lo reemplace antes de desaparecer de la tierra. El tema es pensar qué cosa es un símbolo para un país. Muchas veces se confunde "símbolo" con "ejemplo".
El símbolo es algo que se construye en la tierra, pero que ya su figura lo atraviesa todo más allá de la temporalidad. El "ejemplo" está en el dominio de lo moral, es decir, lo estrictamente subjetivo. La gente que trasciende en una determinada sociedad no revela la totalidad de lo que es esa comunidad, necesariamente, sino que expresa, fragmentariamente, el imposible total.
Como Gardel, amado y cuestionado por tangueros, pero cuya sola mención de su apellido lleva inmediatamente al territorio argentino. Tal vez ese sea el capital simbólico: un apellido, un nombre ("Diego") que enseguida pinte de un solo color, o dos (blanco y celeste; azul y blanco; el rojo-colorado, o el celeste napolitano, etc.) una gran cantidad de hectáreas de reconocimiento, llamada, con frecuencia, República Argentina.
Gracias, capo. Te fuiste con la camiseta del Lobo tatuada. No es poca cosa.
(25 de noviembre, a las 16:48)