Por Damián "Puma" Gaspari

29 de septiembre de 2020

Músico y educador. Comenzó como autodidacta tocando la batería, aunque su sueño era ser bajista. Vivió en Estados Unidos, fue sesionista y giró con grandes artistas españoles como Luz Casal y Luis Eduardo Aute, hasta que llegó su oportunidad como miembro de Los Rodríguez. Luego tuvo su propio proyecto con Dukakis y fue parte de la banda estable de Jaime Urrutia. Hoy, alejado momentáneamente de los escenarios, dedica su tiempo a la pedagogía y educación. Formado en Neuropsicología y Neurociencia da clases e intenta ayudar a la gente en esta dura etapa de la pandemia mundial. Entra en La Cueva: Germán José Vilella…

¿Cómo te ha afectado la pandemia en lo personal y en lo laboral?

En lo personal poco, por suerte vivo alejado de todo, más cerca de la naturaleza. Y por suerte no he tenido que estar encerrado entre cuatro paredes. En lo laboral me agarró a mitad de curso, yo soy profesor, alumno también y estaba terminando un Máster. Además de las prácticas en un instituto de secundaria que se paralizaron de golpe, esas clases estaban muy interesantes. Finalmente me recibí y lo terminé. Por otra parte, las clases de música e inglés las pude seguir haciendo por medio del streaming.

¿Te preocupa la situación?

Ha afectado al 99 % de la gente, claro que estoy preocupado por los efectos de todo esto en la humanidad.

Y cómo afectó directamente al mundo de las artes toda la cuestión del aislamiento social porqué hay mucha gente que trabaja detrás del artista que hoy no puede hacerlo

Es terrible. Salas de conciertos, los técnicos, los transportistas, ingenieros de sonido, etc. Es tremendo para todos los rubros, pero para la música fue muy fuerte. Tan fuerte que creo que ni siquiera hay fuerzas para salir a protestar y hacerlo visible. Mucha gente está desesperada buscando soluciones en otros trabajos, haciendo lo imposible para salir adelante.

Hubo una manifestación importante en España de los artistas…

Importante para nosotros, pero realmente no pasó nada. Fue una manifestación del sector de la música que se realizó en todas las ciudades importantes de España, pero no tuvo cobertura en los noticieros ni nada. Cuando la protesta llegó al Ayuntamiento de Madrid, se iluminaron las luces, y algunos pensaron que era para homenajearnos, pero las habían encendido por otro motivo. Nos ningunearon, nos ignoraron.

Alejo Stivel nos contaba que a la larga sobrevivirá el que más imaginación tenga…

Alejo tiene toda la razón, aquí sobrevivirán los que mayor imaginación tengan. Los más fuertes, los más resilientes también. Como ha pasado en las grandes crisis, pasa que desde la Segunda Guerra Mundial que no tenemos una crisis humanitaria tan bestial. A nivel mundial digo, porque hay países que tienen guerras y crisis claro. Pero de estas crisis sale gente renovada, muy fortalecida. Nos dejamos de pendejadas, ya no importa si tienes un Smartphone o ropa de marca. Eso es bueno porque nos iguala.

¿Por qué terminas eligiendo la música en tu vida? ¿Tenías influencias en tu hogar?

En mi casa se escuchaba mucha música siempre desde que era pequeño. Además, música muy variada, mi padre era puertorriqueño entonces se escuchaba toda la música del Caribe o de México. A mi madre le gustaba más la música sajona. Eran fans de Elvis Presley y The Beatles. Entonces yo fui llegando a la música a través de ello.

¿Y a qué edad lo decidiste?

Mi infancia fue en Estados Unidos y las radios programaban toda esta música de manera natural. Y los primeros recuerdos que tengo de decir yo quiero hacer esto fue a los 10 u 11 años.

¿Cómo es que terminas tocando la batería? ¿Formaron alguna banda con un grupo de amigos?

Lo del grupo de amigos pasó claro. Eran amigos del colegio. Yo tenía en casa una guitarra y tocaba algo. Entonces con mis amigos nos hicimos un reparto de instrumentos aleatorio. Yo elegí el bajo, lo que pasó fue que los padres del que le había tocado la batería fueron más rápidos y le dijeron batería no, entonces le compraron un bajo (risas). Y yo me quedé con la batería. Igualmente sigo tocando el bajo y la guitarra.

¿Y recordás la primera vez tocando la batería?

¡Claro! mi padre vivía fuera porque era militar de las bases americanas, ya que Puerto Rico pertenece a Estados Unidos, entonces le compró una batería a un militar americano, una antigua, buenísima, con parches de cuero. Me la envió, y al día siguiente por la mañana hice un ensayo con mis compañeros, practicamos una canción de The Rolling Stones y otra de Santana. Y a la hora de comer ya hicimos un concierto con esas canciones para los alumnos del colegio, y en el medio del concierto hice un solo de batería muy aplaudido (risas)

Lo llevabas en la sangre…Además, sin haber tomado clases antes…

Sin nada de nada. Yo tocaba con los palos de las perchas para colgar la ropa sobre el colchón de casa. Mientras de fondo sonaban los discos en mi casa, imaginándome la relación que había entre lo que escuchaba y los golpes que yo pegaba en lo que hubiera adelante.

Siempre tuviste un gran oído para la música porque nadie te guiaba fuiste autodidacta…

Creo que en esa época todos aprendimos de esa manera. Al menos en Madrid era así, en Estados Unidos ya había escuelas y tradiciones de maestros de música. Igualmente, al poco tiempo empecé a ir a salas de ensayo dónde había otros músicos y cómo me veían chico, con 12 o 13 años me iban enseñando cosas.

 

¿A pesar de haber empezado tan chico a tocar sentiste alguna vez la incertidumbre del artista de saber si ibas a poder vivir de la música?

Yo estaba muy seguro de que iba a poder vivir de la música. Y realmente lo conseguí gracias a ese convencimiento. ¡En el momento que dudas, fuiste! Si dudas se termina todo.

¿También la suerte tiene mucho que ver a pesar del talento del músico no?

Tiene mucho que ver. La suerte tiene una cuota grande en el éxito, que para mi el éxito es poder vivir de la música. Pero es más importante el convencimiento, el saber que no existe nada que te pueda frenar para conseguir lo que quieres.

En tu caso fue ese convencimiento entonces…

Sí, pero no perdí de vista mis estudios. Además, en casa me lo pusieron fácil porque me dijeron “la música o la casa y los estudios”. Entonces dije si es así ya está, gracias por ayudarme a decidirme (risas)

¿Ni bien terminás el secundario llegás a España y comenzás a tocar con Luz Casal? Te metés de lleno en la movida española de los 80…

Ni bien termino el secundario había dejado un grupo que no tuvo éxito, se llamaba Prisma, yo quería continuarlo igualmente, pero estaba en el colegio aún. Yo sabía que tardaría en darme dinero si es que alguna vez lo daba claro. Me puse a buscar trabajo como profesional y tuve la suerte de encontrarlo, y a los pocos meses con Luz Casal, que fue algo tremendo porque llegué con 18 años al primer nivel de la profesión en España.

También cambiando totalmente de estilo tocaste con Luis Eduardo Aute…

Estuve 3 años con Luis. La verdad que fue fantástico e interesante porque era totalmente distinto musicalmente.

¿Te sirvió mucho incorporar otros géneros musicales?

Claro que sí. Es parte del crecimiento y la maduración de un artista. Salvo que seas una persona muy radical o fundamentalista, la mayoría se va abriendo a otros estilos

Y luego llegan Los Rodríguez, que justamente se cumplieron 30 años desde su comienzo. ¿Cómo se dio la génesis del grupo?

El germen de la banda fue Julián Infante. Volvió a Madrid luego de unos años de retiro. Y tenía como idea hacer un disco solista. Nos hicimos muy amigos y lo convencí para que yo sea el baterista de su proyecto. Estábamos ensayando y se unió un cantante llamado Fernando De Diego, más otro guitarrista y un bajista. Al final ya era un grupo formado. Cuando teníamos la banda llegó Ariel Rot para un concierto de los Rolling Stones y nos encontramos todos allí. Como el otro guitarrista no estaba convencido de quedarse, Julián le dijo a Ariel que se quede con nosotros. Y Ariel dijo que sí, que le gustaba la idea pero que como cantante él tenía uno que le gustaba más. Y éste uno era Andrés Calamaro…

Y Andrés Calamaro dijo que sí inmediatamente…

En realidad, Andrés dijo que tenía que terminar primero una producción que estaba haciendo en Argentina y que viajaba luego.

Siempre cuenta que viajó con 900 dólares y al llegar se los gastó en un equipo para tocar…

Sí, fue así. De hecho, yo lo estaba esperando con un teclado Emax de Emulator, un teclado buenísimo. Él tenía un TX7Y, y de ahí salió la fórmula del piano – órgano, que fue el instrumento por excelencia de la banda. Fue el más representativo y característico.

¿Se imaginaban el éxito que luego tuvieron? Porque costó mucho al principio…

No sabíamos que existía una manera de buscar la excelencia y llegar al éxito. Sí tuvimos mucha constancia, ensayábamos todos los días. Trabajamos mucho, pero también nuestras vidas nos permitieron hacer eso, ya que en ese momento no teníamos ni novia, ni familia, ni hijos, ni nada que nos impidiera hacer eso. Casi que ni dónde dormir teníamos, entonces lo mejor que teníamos era ir a ensayar.

 

Recién en el tercer disco, con “Sin Documentos” llega la explosión de Los Rodríguez…

Antes de que salga el disco, si no nos hubiera fichado la compañía discográfica, al grupo le quedaban un par de meses de vida. Estábamos decididos a empezar de cero en otro sitio.

Nombrabas a Julián Infante, Guillermo Martin y Daniel Zamora, fueron esenciales para la banda…

En cada momento del grupo todo el mundo aportó un sine qua non. Los seis aportamos cosas importantes, también podemos sumar a Candy Avello. No habría sido lo mismo sin ellos.

¿Siempre es un “Hasta Luego” con Los Rodríguez? A pesar de haber pasado 30 años las canciones siguen estando vigentes y sonando frescas…

Es un tema que nos comentan mucho y que nosotros nos damos cuenta que ocurre. Que las canciones aguantan el paso del tiempo muy bien, y que incluso se rejuvenecen con el tiempo. El año pasado cuando grabamos “Princesa” para el disco tributo a Joaquín Sabina, la pasamos muy bien y nos dimos cuenta que esa química existe, que está ahí todavía. Si hubieran estado todavía Julián (Infante), Pato (Zamora) y Guille (Martin), la química sería mejor que hace 30 años. Fue maravilloso y deja una puerta abierta, no a grandes proyectos como disco o giras, pero sí encuentros puntuales para celebrar ocasiones. Nos quedó muy buen sabor de boca y sí coinciden las agendas, en cualquier momento podemos juntarnos.

Luego de Los Rodríguez llega tu propio proyecto “Dukakis”. ¿Cómo fue la experiencia?

Lo hice de corazón y con pasión. Yo tenía mucha experiencia musical pero no con el negocio. En todo lo que hice me mantuve al margen de las cuestiones contractuales, económicas y de relaciones públicas. Entonces no pude usar nada de esto en Dukakis y quedó muy pobre porque quedó con poco apoyo. No supe buscarlos.

¿Intentaste seguir cuando volviste a Estados Unidos no?

Intente seguir el proyecto en Los Ángeles, quería ver que posibilidades había de hacerlo desde allá. Pero fue justo después del atentado de Las Torres Gemelas y estaba todo muy deprimido. Y yo también estaba cansado de intentos y decidí volver a Madrid. Y allí comencé a trabajar con Jaime Urrutia, que fue uno de los ídolos de Los Rodríguez con Gabinete Caligari. Y estuve con él durante diez años.

Porqué te fuiste alejando de la música y comenzaste con los estudios…

Porque la música es maravillosa. Pero lo que rodea el negocio no es tan maravilloso. Es muy ingrato porque hay mucha gente que no mira el arte ni la música, sino el dinero. Hay muchas circunstancias que han influido para peor, por ejemplo, MTV, que no muchos lo dicen, pero fue un hachazo en el negocio porque comenzó a vender más el aspecto que tiene uno que la música que hace. Hay muchos factores que han hecho que la practica musical pierda satisfacción sobre toda la inmundicia que existe. Entonces el porcentaje de tiempo que estás haciendo lo que te gusta es ínfimo.

La misma industria termina matando a la música por sólo pensar en ganar dinero

Mucha de esta gente viene de la industria, de empresas. Y no de la música.

¿Empezaste a verlo cuando estuviste con Jaime Urrutia y quisieron que representes a los músicos en esta lucha no?

Ví como en España no se reconocía el talento de Jaime Urrutia tampoco claro. Luego falleció Guillermo Martin y me puse a organizar su homenaje, que fue muy grande, muy importante, y los sindicatos me llamaron e impulsaron a formar una asociación de músicos llamada “Músicos Unidos XXI”. Y ahí entré en política sindical para mejorar la situación de los músicos. Me di cuenta que estaba todo podrido pero que los mismos músicos no estaban preparados para unirse, para hacer un frente común. Iba cada uno por su lado, entonces me fui desencantando y cedí el mando. Me retiré a Catalunya, cada vez más lejos de la ciudad y más cerca de la naturaleza.

 

¿Y allí comenzás con la educación?

Empecé a enseñar música e inglés claro. Siempre lo había hecho igualmente, pero ahora como trabajo continuo, con más intensidad. Fue un paso natural que se dio. Empecé en la Universidad y los estudios fueron ganándole tiempo a la música.

¿Y por qué la Neuropsicología y la Neurociencia? ¿Y cómo se puede aplicar a la música?

Lo que me llevo a estudiar es que me di cuenta que desperdiciamos mucho tiempo y energía en muchas cosas. A medida que vas aprendiendo neuropsicología, neurociencia, educación en general, te vas dando cuenta que insistimos en actitudes inútiles y que si nos encarrilamos podríamos avanzar más rápido de lo que lo hacemos. Además, está todo relacionado porque lo que te sirve para avanzar como músico te sirve para avanzar como persona, como pareja, como padre, hijo o miembro de la sociedad. Te das cuenta que es todo lo mismo. Puedes tener un cerebro privilegiado y estar malgastándolo.

¿Es una ciencia cierta?

No lo es. Yo pensé que en la Universidad me enseñarían cosas que no se pueden negar. Cuando te dicen “lo dice la ciencia…”, eso no existe. Hay estudios, gente que se dedica a esto. Entonces lees y sacas tus propias conclusiones. Eso es todo. Y las conclusiones tienen que estar adaptadas a las personas que se aplicaran. Por eso se habla de ciencias aplicadas, porque lo son, pero a un rubro científico. La ciencia tiene que estar aplicada a cada persona.

¿Qué sueños cumpliste gracias a la música y cuáles quedan pendientes?

Cumplí el sueño de haber llegado muy alto. Pero por cumplir tengo infinitos (risas). Hay muchos artistas con los que me gustaría haber tocado. Cuando comencé no me puse límites y estaba convencido de que tocaría con los mejores artistas del mundo. Por ejemplo, BB King, Bob Dylan, etc. Me sentía capaz de hacerlo.

Con Bob Dylan podrías todavía porque sigue tocando…

Claro (risas). En realidad, fue una de las cosas que intenté cuando fui a los Estados Unidos, pero encontré todo muy deprimido. También me equivoqué porque fui a Los Ángeles y tendría que haber ido a Nueva York, pero justo ahí fue el atentado también. No me arrepiento de nada, pero venía cansado yo también.

¿Qué proyectos quedaron truncados y cuáles siguieron a pesar de la pandemia?

Las clases las reconduje a través del streaming. Ha sido interesante porque entré en una nueva manera de hacer las cosas. En un futuro pueden ser complementarias, nunca sustitutivas, pero sí son interesantes para dar clases. Y truncado no me quedó nada, pero si me queda una intranquilidad por el futuro. Soy muy crítico con todo lo que está pasando, y creo que, por mi formación, como músico y neuropsicólogo creo que puedo ayudar. Y el hecho de poder me obliga moralmente a hacerlo. Evidentemente primero con la gente que me sigue a través del Facebook, por ejemplo. Primero en mi entorno inmediato, que son mis alumnos, trasmitir fe y optimismo en el futuro para volver al pensamiento individual y no al unitario que nos mete miedos. Y el miedo hay que saber controlarlo porque es peligroso.

¿Te ayudó el confinamiento a organizar todo de mejor manera?

Me sirvió para acabar mis estudios, para reorganizarme, para aprender muchas cosas, para hacer introspección, para ponerme en forma físicamente. Pero debo reconocer que ahora estoy en un momento en el que a veces no sé que voy a hacer.

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