Por Damián Zárate

Nació en Alaska. De chico quería componer canciones y tocar la guitarra. Vivió mucho tiempo en Estados Unidos pero llegó a Argentina y se enamoró de su cultura. Con una voz destacada compone melodías y letras que lo convierten en un artista diferente. Este año publicó “Algo Ritmos” su nuevo trabajo discográfico con el que recorre el país. Entra a La Cueva: Kevin Johansen…

¿Tenés una primera foto en tu infancia que te vincula al arte?

Mi vieja me recordaba que cuando daba clases de literatura en Alaska había clases de teatro y me llevaba y yo amaba el escenario. Me encantaba. Y con la música me acuerdo que cuando era chico y ponían el lavarropas para lavar, yo bailaba con el ruido y el ritmo que hacía (risas)

¿En tu casa se escuchaba música?

Desde la cuna tenía esa conexión con los ritmos, mi vieja escuchaba música, era muy melómana. Piazzola sonaba mucho en casa.

Y así comenzaste en tu casa…

Siempre sentí la necesidad de hacer algo creativo. Hacía algo para hacer reir a mi mamá. O que le guste a la familia. Más adelante en la secundaria tocar alguna canción y que le guste a mis compañeros. Y ese rebote de aceptación me fue llevando a dedicarme a la música.

¿Tuviste esa incertidumbre del artista de pensar si podías vivir de lo que te gustaba?

Hay que lidiar con eso permanentemente. Uno primero lo hace por gusto y luego intenta ganar dinero. En mi caso no gané plata rápidamente, tuve muchos tropezones. No es fácil vivir de la música

¿Si no era el arte y la música a qué te hubieras dedicado?

La verdad que fui guiado por mi madre en Filosofía y Letras, en la parte intelectual. Ella era muy académica y tenía ganas de que yo estudiara algo. Pero yo estaba muy convencido que quería componer canciones y tocar la guitarra todo el día. Entonces un día me dijo “tenés tan linda voz, ¿por qué no sos locutor de radio?”

¿Y estudiaste locución?

Justo terminaba en Argentina la dictadura y empezaba la primavera democrática con Alfonsín, pero tenías que nacionalizarte argentino para entrar al ISER. Y finalmente no lo hice porque estaba muy latente la Guerra de Malvinas y tuve miedo por eso. Entonces mi vieja me dijo “bueno, anda a tocar la guitarra, pero por favor laburá” (risas)

Te apoyó en tu decisión finalmente

Siempre me apoyó, creyó mucho en mi.

Estuviste por estudiar locución. ¿Qué vínculo, a través de la música, te quedó con la radio?

La radio siempre me gustó. Me acuerdo de escuchar en casa la radio hasta tarde, a Dolina. Cuando volví en el año 2000 escuchaba mucho el programa de Guillermo Nimo. Y me parecía fascinante la forma de hablar. Y siempre con bandas que tuve ir a tocar a los estudios o escucharse en radio el vínculo es muy importante.

 

¿Cómo nace “Algo Ritmos” tu último trabajo? ¿Pensaste el trabajo como disco completo o fue surgiendo de a poco?

Ahora volvieron los singles como en los años ´60, lado A y lado B. Entonces salís al ruedo con un tema o dos. Me gusta pensar en un trabajo como un abanico, siempre dentro de los géneros a los que me dedico. Es un disco bastante amplio para éstos tiempos, tiene trece canciones. Y en el título invento una excusa para hacer lo que se me antoja. Mi capricho es ley (risas)

¿Cómo elegiste el título?

Traté de abarcar varias cosas, como cuando escuchás música online y te sale la opción “aleatoria”. Tranquilamente podría haberse llamado “Aleatorio” el disco. Pero en realidad una canción es “algo” y “ritmos”, por eso el nombre.

¿Te considerás un artista de culto?

Durante muchos años no fui un artista de culto sino un artista oculto (risas). Para mi grabar es una dulce tortura.

¿Tenés mucho material que no publicaste aún?

Tengo mucho en el archivo. Cuando pienso un disco me acuerdo de algunos temas que no publiqué y me gustaron. Siempre le doy chances a alguna vieja canción para modificar algo y renovarla.

¿Y las melodías que no ven la luz dónde quedan?

Quedan en muchos lugares. Es una combinación. Puede quedar en papel, en un viejo demo, en tu cabeza.

¿Es fácil para vos componer una canción?

Una canción puede ser tan sencilla como los tres o cuatro minutos que dura y la hacés de un tirón, o puede ser tan compleja como la ciencia nuclear. A veces te falta una frase para cerrar una canción y puede tardar años en llegar…

¿Y que sentís al presentar en vivo tus canciones?

En el vivo es dónde se corta el bacalao…siempre digo que el artista debe emocionar primero para llegar a la gente. Dejar algo para que la gente reflexione, una letra, una melodía. Y fundamental el baile, siempre tuve conexión con bailarines porque creo que el cuerpo es nuestro primer instrumento.

¿Qué sensaciones tenés cuándo venís a tocar a la ciudad de La Plata?

La Plata es cuna de muchos músicos, siempre nos reciben súper bien. La gente le da mucha bolilla a la canción, la letra, los arreglos, etc. Siempre presto atención a esas cosas cuando toco allá para hacer un buen papel.

¿Se siente arriba del escenario la importancia cultural de la ciudad?

Totalmente. Es una ciudad en la que todos los músicos queremos tocar porque nos pone a prueba. Es una gran ciudad cultural, similar a Rosario y Montevideo. Los platenses te analizan y si les gusta te ovacionan porque es un público muy cálido. Sentimos ésa euforia.

¿Te acordás la primera vez que tocaste en La Plata?

Se me desdibuja un poco la fecha pero recuerdo el primer Coliseo Podestá que flasheé porque me contaron toda la historia del circo debajo del escenario y me hicieron un tour por toda la sala. Es un teatro hermoso y maravilloso.

¿Con las redes sociales cómo te manejás?

Se  hace para llegar a la gente también, se necesita de eso, en las redes sociales hoy se ve mucho. Se vuelve adictivo. Espera la devolución y se vuelve insaciable. Eso no es bueno, hay que relajar un poco.

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