Por Miguel Ale
El músico norteamericano Kurt Cobain, del grupo de rock Nirvana, fue uno de los iconos de lo que se conoció como "La movida de Seattle" de la música de estilo grunge, de gran expansión mundial en la primera mitad de la década de los 90 del siglo XX. En una oportunidad contó cómo había compuesto la letra de una de sus tantas exitosas canciones. Dijo que, teniendo una melodía, pero ninguna idea para la lírica, revisando un cuaderno con varios de sus escritos se le ocurrió ir escribiendo el primer verso de cada página que iba pasando hasta tener una cantidad suficiente como para la canción.
El cantante de rock and roll y compositor argentino Carlos Alberto Solari, conocido como el Indio Solari, declaró que las letras de sus canciones no tenían porqué entenderse porque solo eran un complemento al servicio de las notas melódicas. Mientras encajara en los compases no hacía falta coherencia temática. Resumiendo, no le importa si no hay mensaje. Tampoco si las frases están armadas con palabras incoherentes.
Esto me ha hecho pensar (con cierto pesar, para que voy a negarlo) en tantas personas que, llevadas por su adhesión emotiva, buscan explicaciones y metáforas claras donde no las hay. Buscan agua donde solo hay piedras. Y el mismo autor les advierte que no persistan porque se morirán de sed. Que no hay poesía sino una estética de palabras aleatorias como un complemento más en una conjunción. Pero el fanatismo anula los sentidos racionales y como dicen que el que busca encuentra, es probable que esa letra, tirada de los pelos, adquiera una coherencia literaria en la interpretación de los fans. Algo que puede llenar de asombro hasta a quien la escribió.
Y creo que esto no es cuestión de estilos o de gustos. Es algo mucho más complejo y profundo. Son insondables resultados de la voluntad mancomunada con los estados anímicos. Y sobre eso, los humanos en general, es poco lo que podemos explicar con pragmatismo académico. Para eso está el arte. Algo inmaterial que dialoga a la perfección con nuestros instintos. Esa bella capacidad de percepción que sigue intacta en el reino animal.