Por Axel Velázquez

Seamos honestos, innumerables de textos de Black Sabbath se han escrito al sol de hoy (mayo 2020), pero si en definitiva vale la pena seguir escribiendo de la banda más importante del heavy metal es porque los discos que publicaron durante toda la década de 1970 han envejecido bastante bien. Por supuesto me refiero a la etapa de Black Sabbath con el mítico Ozzy Osbourne, quienes unos le llaman “el rey de las tinieblas” pero también hay quienes le dicen el mejor cantante que tuvo Black Sabbath en más de 50 años de historia.

Por razón alguna Black Sabbath funciona como un desagüe en cuyas aguas desfilaron una que otra leyenda del metal. Todo empezó cuando un tal Ronnie James Dio “ocupó” el puesto de Ozzy cuando Iommi lo expulsó de la banda en 1979 debido a sus problemas de adicción a las drogas, y a partir de aquí no pararon de pasarse el micrófono (Ian Gillan, Tony Martin y Rob Halford, los más destacables) o el par de baquetas (Cozy Powell, Vinnie Appice, Brad Wilk), y en algunos casos hasta el instrumento de cuatro cuerdas. Únicamente Tony Iommi se ha mantenido firme a la banda sin renunciar en ningún momento.

 

Podría decirse de manera irónica que el que siempre sostuvo la manguera fue el mismo Ozzy, quien contemplaba a lo lejos los innumerables cantantes que pasaron que “ocuparon” su lugar sin éxito, además porque el tiempo probó que sin él la banda nunca encontró su rumbo ni jamás volvió a ser la misma (de todas formas, Dio vocalmente es mejor, pero en la música- y más en el rock- el mejor no siempre gana). Cuando un grupo presenta una trayectoria tan grande, tan trascendente, tan influyente y casi perfecta es por la suma individual de sus integrantes. La suerte no existe. En una banda todos aportan su granito de arena; evidentemente algunos más que otros y en Black Sabbath no cabe duda que la roca más pesada siempre fue Tony Iommi, pero Ozzy era la voz, el frontman, la figura de la cultura satánica de la que siempre se le acusó a la banda por sus estéticas diabólicas, por sus letras y que Sabbath ha reivindicado como sello propio en sus diecinueve álbumes de estudio publicados desde 1970. Además del blues rural y la distorsión en la guitarra eléctrica, es ese elemento sagrado proveniente de los más oscuros rincones del infierno, ese tono satánico que impregnó los versos de Ozzy (brindados por Buttler) que terminó por definir al heavy metal, y que desde entonces una fila enorme de bandas han imitado. Un nuevo elemento surgió con Black Sabbath más no un género. Ahora, vayamos al grano con “la era Ozzy Osbourne”.

 

Resulta que la perfección musical no solo le pertenece al jazz, la música clásica o el soul, estilos muy bien valorados con alta frecuencia por los críticos y músicos más puristas (e ignorantes) por encima de prácticamente todo el rock y sus subgéneros. Sin caer en subjetividades, Black Sabbath vivió su edad dorada de 1970 a 1975, periodo donde Iommi nos brindaba sus mejores riffs de guitarra como un túnel sin fondo tan maravilloso que sigue siendo una escuela esencial para el novato del metal; Geezer Buttler era formidable con el bajo haciendo una mancuerna perfecta con Bill Ward en términos de solidez rítmica y groove; y Ozzy Osbourne sin dejar su particular estilo parecía que no perdería nunca su brillo. En esta etapa la banda publicó álbumes realmente excelentes, cargados de blues, de sonidos vanguardistas del rock progresivo de la época como Yes y King Crimson, pero proponiendo un sonido absolutamente innovador, llamado primero “hard rock” y después “heavy metal”. La afinación y el sonido obscuro en las guitarras productos de un accidente en la mano derecha de Tony Iommi y las letras de terror a cargo de Geezer Buttler produjeron un cambio radical en el sonido del rock de 1970, era un sonido muy pesado y distorsionado pero lograron crear grandes joyas del metal capaces de anticipar prácticamente todos los derivados como el trash metal, nu metal, grunge y el metal progresivo; incursionaron en las letras de protesta antibélicas (“War Pigs”) y de crítica social (“Wicked World”); también mostraron su influencia y encanto en los sonidos acústicos (“Solitude”, “Laguna Sunrise”) que recuerdan a la mitología celta, propia de los británicos que es encontrada también en la obra de Led Zeppelin, Génesis y Jethro Tull. La obra de Sabbath raya en la absoluta perfección, se mantiene intacta y sublime a día de hoy, y conforme pasa el tiempo más incomprendido resulta para la lógica del metalero del siglo XXI que muchas no entiende cómo el género se ha estancado y carece de originalidad provocando que regrese obligatoriamente a los discos de Black Sabbath que parecen no perder su vigencia, incluso se siguen manteniendo a la vanguardia de las tendencias modernas porque las bandas siguen basándose en los sonidos generados por ellos para encontrar su propia voz. Sin embargo, aunque el metal hecho en el nuevo milenio pareciera distar mucho de sus orígenes “sabbathianos”, en su raíz sonora están presentes elementos de “Paranoid”, “Tomorrow’s dream”, “Symptom of the universe”, “Killig yourself to live” o “War Pigs”.

 

Veámoslo sutilmente. Black Sabbath es como el oxígeno que aún mantiene vivo al heavy metal, a pesar de que no lo puedas ver sí lo puedes respirar y eso te mantiene vivo. Ni siquiera sabes por qué, solo lo respiras. Está presente en cada banda de garaje y en cada banda de heavy metal moderna. Sabbath está tan omnipresente que ya no te percatas de su presencia. La palabra heavy metal y Black Sabbath parecen, inclusive, sinónimos. Si lo anterior luce complejo, por fortuna no lo es. La única condición es cambiar la manera en cómo escuchas de ahora en adelante la discografía de Iron Maiden, Judas Priest, Pantera, Rage Against The Machine, Alice in Chains y Metallica, por poner ejemplos. Ahora, cada vez que te dispongas a escuchar uno de los primeros cinco discos de Black Sabbath deberás lubricar tus oídos de una manera diferente a como lo haría un simple melómano y aficionado que, sin juzgar, únicamente lo hacen por placer y dispersión; nada malo, al final de cuentas el arte y la música en este caso es para eso.

Basándonos exclusivamente en la música, existen severas influencias de Ozzy y compañía en un sinnúmero de bandas del rap metal, Groove metal y Nu Metal como System Of A Down, Rage Against The Machine, y muchas otras más; un ejemplo es el grandioso disco de Pantera llamado “The great southern trendkill” de 1996, donde de principio a fin se aprecias marcadas influencias de Iommi en los riffs contundentes y llenos de Groove de Dimebag, desde “Hand of doom” hasta “Tomorrow’s Dream”. El disco debut de Iron Maiden de 1980 experimenta con la materia prima cosechada por Black Sabbath en “Children of the grave” y “Cornucopia”, donde el ritmo tipo galopeo creado entre Ward y Buttler se convirtió en el sello de la doncella de hierro desde sus inicios. El terreno del grunge, siempre sucio, ruidoso y arenoso, juegan unas guitarras muy distorsionadas y “descuidadas” pero que ve sus antecedentes en el majestuoso tercer disco “Master of reality” de 1971 con la referencia inmediata de “Lord of this world” e “Into the void”; un guiño a Alice In Chains, Soungarden y Nirvana, pero dos décadas atrás! Y si bien el trash metal se origina en la década de 1980 con Anthraz, Metallica, Slayer y Megadeth, el cuarteto de Birmingham exploró esas sonoridades en la siempre importante “Paranoid” y la impresionante “Sympton of the universe” encontrada en el disco “Sabotage” de 1975.

 

Sorprende que detrás de una formación clásica de guitarra, bajo, batería y voz se cosechara el germen de todo un género como es el heavy metal y todos sus sonidos derivados en un periodo tan corto de tiempo, sin demeritar lo logrado por Led Zeppelin, Jimi Hendrix o Deep Purple, quienes eran todos sumamente superiores musicalmente. La mina de oro encontrada por Black Sabbath no se comparaba a la versatilidad, por ejemplo, de Led Zeppelin quienes siempre estuvieron un paso por delante de prácticamente todos sus contemporáneos por los territorios sonoros explorados, además del extraordinario nivel de sus integrantes. Pero Led Zeppelin no era heavy metal. Sí, sentaron muchas bases que incluso los Black Sabbath tomaron y de los cuales se inspiraron- de hecho, para su disco debut, la banda se propuso a superar el Led Zeppelin I de 1969-pero Sabbath tenían un sonido que nadie más tenía: el heavy metal. Su propuesta era muy obscura, ruda, y hasta peligrosa para la época, motivo por el cual fueron muy rechazados por la crítica en muchas ocasiones, pero por mucho que fuera golpeada, la banda siempre se mantuvo fiel a su estilo en sus años tempranos.

Entonces, ¿qué ha hecho que la música de Sabbath sigue sonando fresca y vigente a más de 50 años de su aparición? Muchas respuestas forman una fila larga esperando ser dichas por algún crítico, periodista, rockero romántico, etc, pero lo que verdaderamente importa es que siga ocurriendo y como una bola de nieve se hace más grande conforme giran las manecillas del reloj y de calendario. Este es un curioso fenómeno que es exclusivo en otras bandas y artistas como The Beatles, Led Zeppelin, Chuck Berry, Ray Charles, Jimi Hendrix, Aretha Franklin, David Bowie, Michael Jackson o Madonna. Quizá el tiempo nos esté diciendo que algo tan subjetivo como la música presenta bases firmes como el método científico, es decir, existen artistas que son las tablas de multiplicar de la música popular del siglo XXI, si no las entendemos no podremos comprender lo que pasa en la actualidad. Parece que Black Sabbath por mérito propio se han ganado un lugar obligado en este olimpo musical. Definitivamente sí.

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