Por Damián "Puma" Gaspari

4 de julio de 2021

Músico, compositor, productor y pintor. Líder y vocalista de La Mississippi. Uno de los referentes del blues argentino hace más de 30 años. Ligado al arte hace décadas, además escribe y pinta. Con nuevos proyectos luego de la pandemia, y a punto de editar su libro “Incidentes en la ruta: 30 años de La Mississippi”.  Entra en La Cueva: Ricardo Tapia…

Es una buena noticia la vuelta a los shows presenciales después de tanto tiempo…

Hay una actividad generalizada de los artistas de a poco se va volviendo a los shows presenciales. Se dieron cuenta de que si la gente puede ir a los supermercados también se puede ir a un recital. Es una lógica de hierro.

¿Fue excesivo el cierre artístico por la pandemia?

Cuando uno explica algo, tiene que explicarlo totalmente. Nadie sabe lo que es un virus. Mi señora que sabe más del tema me decía que los virus no van y vienen, o buscan a la gente, cuando caen en un huésped pueden o no sobrevivir. Pero en el aire no está. Todo el mundo cayó en el circo, pero los argentinos somos especiales porque somos imaginativos en cosas que no existen.

¿Crees que servirá para aprender de los errores post pandemia?

Somos duros para entender, pero espero que salgamos mejores de la pandemia.

Volviendo a los shows… ¿El formato acústico e íntimo cobró más vida ahora?

El formato íntimo más que nada. El show puede ser acústico o eléctrico. Pero sí con formato más pequeño. A mi siempre me gustó tocar para 700 personas en La Trastienda, porque como decía Robert Fripp, es la cantidad de gente que te puede prestar atención en un show. Más de esa cantidad te atienden la mitad, y si seguís subiendo están en otro barrio ya. Cuando te atienden está buenísimo.

Igualmente, con La Mississippi tocaron para mucho público varias veces…

Sí, pero por ejemplo cuando hicimos el Luna Park me gustó que se logró una cosa íntima. Porque veníamos tocando muchas veces, durante muchos años, para una capacidad mediana. Entonces cuando vos juntás tu público en teatros, con capacidad reducida, por más que se amplíe el lugar, la gente actúa como si estuviera en un lugar más chico. Más allá que salten, bailen, tienen una atención diferente. Yo respeto mucho al artista, y cuando voy a ver un show lo entiendo. Me parece un exceso de personalidad cuando el público quiere llamar la atención más que el artista.

También la interacción con la gente es diferente con un público reducido…

Claro porque vos le hablás a la gente para que te atienda, de manera amable, tranquila, yo nunca les grito. Nunca me pongo nervioso, somos tipos que estamos hace tanto tiempo arriba de un escenario que nos ponemos nerviosos cuando bajamos, cuando estás en casa y no sabés que hacer (risas).

¿Fue complicado estar más tiempo en casa durante la pandemia y no estar de gira?

En realidad, yo convivo con mi esposa que es prensa, y está en el medio. Entonces ella sabe exactamente lo pesado que somos los músicos. Y cuando me pongo intenso me manda a hacer alguna cosa que nunca hice (risas). Está pandemia cociné mucho, terminé cocinando durante dos años todos los días, eso es lo que más me gusta, voy a sacar un libro de recetas (risas). Hace unos meses nos mudamos al campo y es otra vida.

 

Te cambió la vida con la mudanza...

Me levanto 6.45 AM y aprovecho el día completo. Estoy dando clases de guitarra, de slide, de afinación, para profesionales que quieren aprender. También estoy haciendo algunas producciones y estoy muy dedicado a la pintura, porque es algo que estudié toda mi vida y nunca le pude dedicar tanto tiempo como ahora. Estoy enfocado en eso que me ayuda a pensar, incluso vendí algunos cuadros.

Te ayuda todo eso a pensar no paraste de hacer cosas…

También terminé un libro que ya mandé a una editorial. El libro se llama “Incidentes en la ruta: 30 años de La Mississippi”, y se puede leer suelto, no necesariamente de comienzo a fin. No tiene correlatividad en los capítulos, a lo sumo los primeros, dónde hablo de mi viejo. Tiene anécdotas y algunos cuentos, unos fantásticos, otros sobre mi mamá, mis tíos. Un libro que tiene de todo.

No suele pasar que una banda perdure más de 30 años… ¿Cuál es el secreto?

Lo hablábamos con Cucho de Los Decadentes y creo que lo que hace que estemos durante tanto tiempo es el humor. Las bandas que tienen buen humor interno…funcionan. Somos muy amigos de ellos porque arrancamos juntos en Cemento. También con Los Pericos porque somos las tres bandas que siempre nos encontrábamos en las giras y compartimos mucho. Entonces hay que encontrar un humor interno en la banda, y lo principal es que todos laburen. Un grupo si no genera resultados se muere al año, no se puede tocar por tocar, tiene que haber un proyecto de trabajo, auto sustentarse y dejar ganancia. Hay que esforzarse todos los días.

Lograron llevar el blues a un lenguaje castellano, muchas bandas hispanas no pueden hacerlo y siguen cantando en inglés…

Los españoles tienen miedo de cantar blues en español. Esto lo hablé con Vargas, que es marplatense y es el máximo referente del blues en España. Me decía que tiene que tener cantantes en inglés porque no encontraba letristas que hagan lo que hacemos nosotros que es blues tango. El argentino tiene blues tango, tiene historias que contar. Y los que mejor cantan blues en España son los gitanos. Para tocar blues hay que tener historias, pero el español tiene mucho pop, ellos miran más al futuro, y nosotros hacia atrás. Es una cultura muy linda pero muy diferente.

Por ejemplo yo me tiro en el sillón y me pongo a Camarón de La Isla, y me pregunto…¿un ser humano puede cantar así?, y digo no. No puede cantar al borde de morirse, el canto de Camarón es un desgarro, en la expresión y en la voz, más lejos no se puede llegar, porque más lejos es la muerte. Por eso la profundidad de esa cultura.

Y en Argentina ya Manal hacía blues a fines de los años 60…

Claro, yo una vez le conté a John Mayall que acá hacíamos blues en esa época. Le di un cassette de Manal, otro con música nuestra y un par de discos más. A los cuatro meses vamos a Brasil al Festival Nescafé Blues, y me encuentro a su guitarrista Coco Montoya, y nos contó que Mayall grabó una canción nuestra en un cassette. Es increíble.

¿De cada artista se puede aprender algo no?

Sí obvio, yo el gusto de grabar a un músico de Jamaica que se llama Brushy One String, le produje dos discos. Como dice su nombre, toca con sólo una cuerda de la guitarra. Nadie lo quería grabar en Jamaica, el tipo es un folclorista, venía con la guitarra en mano sin la funda (risas). Lo llevo al estudio a grabar y el técnico me dice “che, le faltan cinco cuerdas”, y le digo ya vas a escuchar lo que hace este tipo. Toca góspel, soul, blues, algo de reggae. Es una cosa increíble. Ahí me di cuenta que un artista, si sabe lo que quiere hacer no necesita nada. Una cuerda le sobraba, por ejemplo. Él me decía “un hombre, una cuerda, un solo Dios” (risas).

Una vez dijiste que es muy difícil ser músico en Argentina… ¿Es tan así?

Sí. Argentina es un país que exporta músicos. Es una paradoja Argentina. Si cada país tendría que exportar una sola cosa, por ejemplo, Estados Unidos exportaría armas, Brasil futbolistas y nosotros artistas. Argentina tiene un artista por metro cuadrado. Nuestra generación permitió que se recupere la cultura, la gente no sabe, pero costó muchas balas recuperarla. Si hoy tenemos democracia es porque hubo una generación que dijo basta. Nuestro país ha sido muy cruel con el arte. Los gobiernos no populares han apuntado a destruir el arte y a los que piensan. Porque les tenían miedo a las personas que hacían pensar libremente a la gente. Siempre se apuntó a que seamos corderos, por suerte hemos recuperado la cultura, pero es muy difícil entender todo lo que costó.

La mayoría nunca lo vivió y no sabe lo que costó…

¡Claro!, yo salgo con los documentos todavía. Me detuvieron muchas veces. La época militar fue tremenda. A mi me agarraron con panfletos socialistas en un bolso y me salvé de que no me mataran porque caí preso con un maestro yanky. Entonces la embajada de Estados Unidos nos sacó a todos los que estábamos ahí. Le debo a los yankys la vida (risas).

¿Qué proyectos quedan para este 2021?

Los proyectos son seguir cuidándose mucho, y empezar a tocar de nuevo. Nosotros cuidamos mucho eso, somos muy estrictos con los cuidados. El 17 de julio estrenamos un tema o dos en La Trastienda. El primero se llama “Lo que ves”. Se viene un disco de blues, pero muy relajado, onda Travelling Wilburys…

 

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