Por Damián "Puma" Gaspari

10 de mayo de 2021

Músico, guitarrista y compositor. Miembro fundador de Fricción y Los 7 Delfines. Tocó con muchos artistas como Charly García, Luis Alberto Spinetta y Soda Stereo, participando en varios de sus discos y el proyecto solista de Gustavo Cerati. Hace años con su carrera solista con la que publicó varios discos. Un artista de la vieja escuela que busca la perfección en la música. Entra en La Cueva: Richard Coleman…

¿Cómo estás pasando este momento de pandemia desde lo laboral?

Lo laboral es un desastre, se hace lo que se puede. Pero no me quejo porque las pocas cosas que pude hacer me fue bien, pero no es así (risas). Cada vez que surge una idea que se pueda hacer con cuidado la hacemos, lo que no puedo hacer es tocar con la banda y eso es un embole. Es jodida esa parte. Hice un par de streaming el año pasado como todo rockero debe tener y me fue muy bien. Lo grabé para no sufrir los problemas de las conexiones y traté de darle un buen sonido para que esté todo perfecto.

Como decís hacer algo cuidado y con buen sonido para reemplazar todo lo que te faltaba…

Tenía que aprovechar el medio. Dicen “si no puedes contra uno…úneteles”. La historia es así, las desventajas ya las conocía y las ventajas que encontré es que podía proporcionar un audio diferente, un acercamiento distinto. Quería que el público entienda que para mi el audio es una herramienta expresiva. Que haya cierta idea plástica del sonido y que eso te lleve a diferentes lugares.

Además la diferencia es que lo hiciste de manera continua como un show en vivo, sin cortes…

Claro, tal cual. Dejé los furcios, que suman. Nadie es perfecto. Le da naturalidad.

Este año llegaste a tocar con público cuando se abrió un poco todo

Mis primeros shows de este año fueron en “Guajira” en La Plata. Hice dos funciones para 50 personas, que era lo que se podía habilitar. Fue lindo estar ahí con la gente. Llevé un par de guitarras diferentes para agregar un sonido. Y a partir de eso empecé a tocar, estuve en un centro cultural Morán en el barrio de agronomía, me gustó la idea de llevar un poco de calidez, y también hice dos shows. Después me fui a Rosario y a Córdoba.

 

¿Se complica para el músico hacer dos shows en un día? El desgaste es diferente…

Claro, la verdad que sí desgasta, pero hay que aprovechar la salida. Pero tocar estuvo muy lindo, el mayor trabajo, la mayor tensión la da el cuidarse. La higiene, la distancia y todo lo relativo al virus. Porque no conocés a la gente. El agotamiento fue estar pendiente todo el tiempo de los protocolos.

¿Es increíble que cuando vemos a alguien sin barbijo nos dé miedo no?

Da miedo pero más indignación cuando eso está hecho con soberbia. El que se baja el barbijo porque es Superman te dan ganas de bajarle la cara.

Ahora se complicó porque se cerró casi todo pero estuviste haciendo algunos shows de tarde también…

Sí, hice algunos a la tarde. Al principio le tenía un poco de idea pero al final son los que estuve más relajado. Además son shows cortos, de una hora. Lo que hace que se me pase rápido. Son para 50 personas y al aire libre, entonces es todo más tranquilo. Igual ahora empezó el frío y chau (risas).

Muchos músicos con los que hablé me contaron que los streaming no los disfrutan porque les falta algo. ¿Es tan así?

Para mi el hecho artístico sucede sin presencia del público. Falta el hecho artístico completo. Falta el feedback, que es la característica primordial de lo que es el show presencial. Pero es algo con lo que vengo peleando hace varios años. Antes de la pandemia se empezó a notar que la gente sale menos a los shows. De alguna manera las redes ha raptado a la gente. Hay cierta alienación, cierta vagancia que hace pensar que si le ponés un live al artista que seguís en Instagram, ya estás participando. Y lo digo en general y yo también caigo en esa trampa. Lo terminás viendo por Youtube y eso es bastardear el hecho social artístico, la mancomunión entre la gente y el artista. Todo eso es más grande  que la suma de las partes. El artista más el público generan la música compartida.

Ir a un recital es un ritual también…

Claro. Pero hay gente incluso que no lo vive, porque el dispositivo también es un intruso en los shows. Te termina separando del momento. Y no pasa solo en la música, pasa en la vida, por ahí estas esperando el bondi y te quedás mirando Instagram, y te perdés el bondi (risas). Y pasa igual en la música, perdés la chance de que la música te invada. De que todos estén viviendo el mismo instante.

¿Te sentís parte del rock nacional?

Cada vez que hablo de esto digo algo distinto (risas). En realidad son declaraciones que hago para romper las pelotas y para después contradecirme. El rock nacional no existe, es una etiqueta que pusieron las compañías, el periodismo y las disquerías. Antes era rock en castellano pero un día apareció así en las bateas. Yo no soy un gran patriota pero nacional es meterse con algo que a mi mucho no me gusta. Y además, una vez que la etiqueta está puesta, todos los proyectos que están bajo esa atmósfera, en general no me identifico con eso. Mis proyectos nunca fueron de un rock nacional, yo soy argentino pero no soy nacional.

¿Cómo ves el argentino en la actualidad?

Yo creo que lo que ha primado desde los 90s hasta acá, que ha sido algo progresivo, sin lastimar u ofender a alguien, es que se perdieron las ganas de laburar y la búsqueda de excelencia. La autocrítica se perdió, se mezcló con una idea de éxito, que yo considero equivocada. El público cae en la trampa de eso también.

 

¿Tiene que ver con las generaciones y la sociedad de los últimos años también?

Claro. Todo pasa por la autocrítica y el modelo a seguir. Tiene que ver, al margen, por la decadencia social que influye en todo eso.

¿Cumpliste muchos sueños gracias a la música?

No tuve esos sueños, solamente soñé y se fue dando. Cuando tenía 13 años quería tocar con una Les Paul y una capa como Brian May (risas). Creo que nunca estoy mirando eso. Mis objetivos son claros y puntuales. Siempre me he manejado así, ahora es más complicado porque no hay un futuro planeable. El proyecto a futuro es complicado. En cuanto a sueños me faltaría hacer algo con Brian Eno (risas)

El proyecto sería seguir tocando que es esencial…

Seguir tocando cada vez mejor. Y que no se me acaben las letras!

Como les pasa a los escritores la famosa crisis de la hoja en blanco…

Obvio! A mi me pasa en cada proyecto, cada disco. En realidad un escritor está escribiendo toda la vida la misma novela. Siempre es la misma pero uno la va encarando por diferentes lados. Hay que estar preparado trabajando para cuando llegue la inspiración.

¿Crees en los listados de las revistas de los mejores guitarristas de rock de la historia? Vos sos parte de la lista argentina…

No, esas son cosas que se leen en el baño. Son para pasar el momento, llenar espacios. Está bueno estar, pero son intrascendentes, no existe…

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