Por Damián Zárate

Actor, músico. Desde muy chico tenía claro que su camino era ser artista. TV, cine, teatro, series y música. Ganador de varios premios. Recorre los escenarios del mundo y llega a La Plata con el Yotivenco, música criolla en su máxima expresión. Entra a La Cueva: Rodrigo de la Serna…

¿Tenés una primera imagen que te vincula al arte?

Mi abuela es muy expresiva y siempre fomentaba lo que hacía. Yo de chico era muy imitador. A los 4 años imitaba a los personajes del barrio. Y mi abuela fomentaba eso porque se divertía y entretenía mucho. Recuerdo también que una vez fui a Caminito en La Boca con mi abuelo, y había un viejito muy triste con bigotes tocando un violín hecho con una lata de durazno y un palo de escoba. Y lo hacía sonar con un dolor y una profundidad que me marcó. Me conmovió profundamente.

¿Alguna vez pensaste hacer otra cosa que no sea relacionada al arte?

La verdad no. Lo fui llevando con mucha constancia. Primero el teatro. Empecé a actuar a los 12 años y ahí me di cuenta que me generaba mucho placer. El primer aplauso fue un abrazo muy lindo que sentí. Seguí con el taller de teatro y le dio sentido a mi vida. Después hice un casting para TV y fui contratado rápidamente, entonces así empezó mi carrera profesional. Y nunca dejé de laburar. Tuve mucha suerte, soy consciente de eso.

Es importante el talento pero también el laburo que se hace para mejorar…

Claro que sí. Sin duda. Hay una obsesión por el mejoramiento también. Yo les recomiendo a los que estudian teatro que no se olviden que esto es un juego también. Uno se exige mucho porque trabaja con profesionales con mucho recorrido. No hay que sufrir tanto para actuar.

¿Tuviste la incertidumbre del artista alguna vez?

Tuve baches sin laburo. Y ahí es dónde agarré la guitarra y no dejé de laburar nunca. Porque cuando estás parado aprovechas para ensayar y salir a tocar. La música le dio equilibrio y sentido a mi vida. Y se complementa muy bien con la actuación. Esa fue la solución que encontré, fue trabajar y seguir para adelante.

¿En qué momento comenzás a vibrar e interesarte con la música?

La música siempre estuvo presente en mi casa. Mi vieja era muy melómana. Tenía una colección de discos heredada de su viejo, mi abuelo al que no conocí lamentablemente. Había música clásica, jazz y música brasileña.

¿Tiene que ver mucho el barrio dónde te criaste también?

Claro, yo nací en 1976. Iba al almacén en el bajo Belgrano y mientras iba por la calle salían tangos de todos los rincones. Un barrio con una fisonomía muy milonguera y tanguera. También con los caballos paseando porque el Hipódromo sigue en el barrio. Lo que desapareció fueron los studs y los almacenes de las esquinas. Esos umbrales por dónde salía esa música es el telón de fondo de mi infancia.

¿Y además que otra música te gustaba?

A los 18 años ya escuchaba rock también. Serú Girán, Sumo, Los Redondos, y todo lo que me formó como ser humano. Pero a esa edad lo escuché por primera vez al polaco Goyeneche y me partió la cabeza en mil pedazos. Y ahí decidí estudiar ésta música siempre desde la guitarra.

¿Llegaste a ver en vivo al polaco Goyeneche?

No lo vi en un concierto, pero entendí su arte, su fraseo. La profundidad de la poesía encarnada en su voz y en su cuerpo. Lo vi espiritualmente. A su humanidad, a su expresión.

¿Te volcaste al tango gracias a él?

Fue un comunicador tan profundo que muchos de mi generación nos volcamos al tango gracias a él. Fue la punta del ovillo, porque vos empezás a meterte en el tango y pasás a la milonga, y de ahí a la campera, y de allí a todos lados. La música es un tesoro insoslayable que es un pecado no conocer.

¿Es la música del pueblo además?

Es tan diversa y tan rica que es lo mejor que tenemos como pueblo. Esta cultura que amasamos entre todos durante generaciones es el resultado de lo mejor que vivimos como pueblo.

¿Cómo nace el Yotivenco?

Desde que comencé a estudiar guitarra con Gustavo Mozzi quise dedicarme a la música criolla. A los 24 años me junté con Juan Hermelo Díaz, que es el guitarrón del Yotivenco, y empezamos a tocar milongas de a dos. Después se sumó Blas Alberti como un trío de guitarras. De a poco se hizo más interesante. Y ahora tenemos tres guitarras y guitarrón para poder abarcar toda la diversidad de música que ofrece este país.

Rodrigo de la Serna y el Yotivenco

Y los géneros fueron variando también…

Hacíamos milongas, tangos y candombes. Luego incorporamos música del Litoral. Chamamés, música de Cuyo, que requiere virtuosismo guitarrístico. Siempre volcamos el show a la música rioplatense y terminamos saliendo a las puertas de los teatros con los tambores.

¿La música criolla argentino iba de la mano con el teatro también no?

Siempre evolucionaron a la par. Las milongas camperas con el circo criollo, como hicieron los hermanos Podestá. Luego los sainetes con el tango de la vieja guardia. Lo grotesco argentino, con esa estética tan discepoliana con las grandes orquestas. Todo fue creciendo de la mano.

¿En La Plata hay un halo cultural que se siente cuando uno tiene una presentación?

Absolutamente. Es una certeza. Hace 15 años que estoy girando con teatro y sé que es así. Hay un movimiento cultural impresionante, con tanta juventud, tantos estudiantes. Es una ciudad que propone cultura y arte todo el tiempo.

Tenés amistad también con músicos platenses…

Hay mucha amistad con músicos locales. Con Alorsa, que tanto hizo por la música criolla en los últimos años, lamentablemente falleció. Pero quedamos con un estrecho vínculo con Leo Gianibelli, que se encargaba de la percusión de La Guardia Hereje. Hoy director de la comparsa Kilombo 14 y va a estar presente con los tambores en el show. Va a haber otros tamborileros platenses también.

¿Es especial actuar en el Teatro Coliseo Podestá?

Es un teatro con una gran tradición, un teatro concebido como un micrófono con una gran acústica. Con la pista debajo del escenario de los hermanos Podestá, dónde nació el teatro argentino. Cuando uno actúa siente lo que está debajo, esas pistas de circo dónde todo empezó de alguna manera.

¿Cómo es un show del Yotivenco? ¿Tienen mucho de murga también?

Es un recorrido por la música criolla que fue de generación a generación a través de los años. Es una fiesta popular. Siempre terminamos la fiesta en la calle. Saliendo con los tambores a tocar. Es un kilombo hermoso (risas)

¿Te rompe las bolas que te llenen de preguntas sobre “La Casa de Papel”?

Uno ya está preparado para ése tipo de entrevistas y tiene el cassette listo para las respuestas (risas).

¿Recordás algún momento frontera de tu vida que sentiste que algo cambió para siempre?

Recuerdo un campamento con amigos en Cabo Polonio. Yo tenía 15 años. Me marcó para siempre porque entendí lo que es la libertad. Lo que era estar solo de verdad, arreglárselas por sí mismo. En ése viaje nací a sí mismo y entendí, con mucha crudeza, lo solo que estaba. Nací a la adultez prematuramente. Fue maravilloso.

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