Por Miguel Ale
11 de noviembre de 2020
Recordaré este 2020, que aún perdura, como el año en que he visto más películas. También el de mis más largas conversaciones telefónicas y mayor envío y recepción de mensajes. El de mis más prolongadas sesiones de meditación y unos pocos momentos de escritura y lectura. Este 2020 perdurará en mi memoria mientras dure (mi memoria, claro) como una abultada etapa de contradicciones existenciales.
¿Recuerdan cuándo poco tiempo después de comenzado el confinamiento el mundo se alegraba por la invasión de animales silvestres a muchas ciudades? Esto se veía como la parte positiva que sin quererlo dejaba esta pandemia pasajera. Menos polución, silencio, más unión familiar, stop, stop, menos carreras locas. ¡Oh! ¡Los pececitos de Venecia! Pandemia que muchos auguraban pasajera como las vacaciones cortas o el coffee break, y algunos hasta negaban. Año 2020. ¡Qué número imponente! ¿No? Y pensar que numerosos numerólogos y videntes infalibles lo predecían venturoso, por la repetición de cifras y no sé qué más.
Lo recordaré como el año de variados conflictos propios e importados de presidentes de países importantes, tomando decisiones alocadas, opositores conspirando fuera de hora, mintiendo más de lo acostumbrado y locos atrincherados para no ceder el poder. De personas que afirmaban que ese virus nunca llegaría a sus pueblos aislados en la lejanía y sin embargo…de semejantes de todas las edades que murieron antes del tiempo natural que marcaría su destino, azar, designio o lo que cada uno crea, lo que sea, pero no por un virus atorrante que si bien se desconoce procedencia y formación, se sabe que es la propia humanidad la que hace todo para que todo se complique y contamine.
Y gente de la salud, de todas partes, que trabajó desbordada para curar, llegando incluso muchos de ellos a perder la vida, víctimas del contagio. De la proclamada unión de la humanidad ante esta instancia límite y al poco tiempo, romperse el encanto con manifestaciones que terminaron reprimidas a palazos e inaugurando nuevas versiones de odio, como si las brechas que abundan no fueran suficientes.
Puede que vengan años peores, nadie lo sabe, o que ya hemos pasado otros fatídicos y el tiempo los suavizó incluso hasta el olvido ¡claro que sí! pero de este 2020 será difícil olvidarse. Y es muy posible que sea bueno no olvidarse. Porque la oportunidad de aprendizaje siempre es grande. Aunque tengo mis dudas que sepa aprovecharse.